En estos tiempos está en boca de todos la famosa inteligencia artificial, y para no ser menos, elegimos a diez de los más importantes guitarristas de la historia del Rock. Estas imágenes son generadas por la IA, y en algunos casos ni siquiera se parecen. ¿Qué opinan ustedes? (Opinen más abajo en comentarios)
miércoles, 30 de octubre de 2024
10 grandes guitarristas generados con IA (1)
lunes, 7 de octubre de 2024
1984: el disco de Van Halen que revolucionó al Rock
El año 1984 marcó el lanzamiento de uno de los álbumes más vendidos y legendarios de Van Halen, una obra que transformó tanto la carrera de la banda como el panorama musical de la década de los 80. Este álbum, que tomó su título del año en el que fue lanzado y que coincidía con la famosa novela distópica de George Orwell, fue un éxito rotundo y revolucionó el sonido del rock con la innovadora inclusión de sintetizadores, lo que provocó amplias tensiones dentro del grupo. Sin embargo, el resultado fue un disco que muchos consideran la obra maestra de la banda junto con su primer trabajo homónimo.
No en vano, Van Halen era una banda construida sobre la tensión entre David Lee Roth y los hermanos Van Halen. Algo que la fama y el éxito dispararon a niveles estratosféricos y que, por un lado, fue positivo para el devenir compositivo de la banda pero fatal para las relaciones personales, como se vería pocos meses después del lanzamiento de aquel disco.
El desafío de los sintetizadores
Cuando Eddie Van Halen presentó por primera vez el icónico tema “Jump” a sus compañeros, se encontró con una gran resistencia. “Cuando toqué Jump por primera vez para los chicos, nadie quería saber nada de eso. Dave dijo que yo era un héroe de la guitarra y que no debería estar tocando teclados”, recordó Eddie en una entrevista de 2014. Sin embargo, Ted Templeman, productor de la banda, vio inmediatamente el potencial del tema y lo describió como un éxito asegurado.
Eddie había estado trabajando en la introducción de los teclados desde hacía tiempo, y con la adquisición del sintetizador Oberheim OB-Xa, consiguió dar forma al sonido que marcaría un nuevo rumbo para Van Halen. Aunque el uso de sintetizadores era una innovación para una banda tradicionalmente asociada con guitarras pesadas y solos virtuosos, la combinación de ambos elementos resultó ser un éxito comercial sin precedentes. “Jump” no solo se convirtió en el único número 1 en las listas estadounidenses de la banda, sino que también abrió las puertas a un público más amplio.
1984: El álbum grabado en un estudio casero
Lo que hizo aún más extraordinario a 1984 es que fue grabado en el propio estudio casero de Eddie, conocido como 5150, situado en su residencia en Studio City, Los Ángeles. En los años 80, las leyes de planificación de California prohibían la construcción de estudios de grabación en propiedades residenciales, por lo que la banda presentó planos para una pista de ráquetbol, logrando así la aprobación para lo que se convertiría en el mítico estudio 5150.
Eddie explicó el motivo detrás de la creación de su propio estudio: “El fondo de todo era que quería tener más control. Siempre estaba chocando con Ted Templeman sobre lo que hacía un buen disco. Cuando comenzamos a trabajar en 1984, quería demostrarle que podíamos hacer un gran álbum sin versiones y a nuestra manera”. El estudio 5150, aunque modesto en comparación con instalaciones profesionales, fue clave para capturar el sonido del álbum. Donn Landee, ingeniero de confianza de la banda, ayudó a instalar el equipo, incluyendo una consola Universal Audio y una máquina de cinta 3M M56 de 16 pistas, lo que permitió que las grabaciones tuvieran la calidad necesaria para un disco de ese calibre.
La introducción de nuevos instrumentos
Aunque la guitarra siempre fue el pilar fundamental del sonido de Van Halen, 1984 supuso la introducción de teclados de manera más prominente que en álbumes anteriores. Temas como “Jump” y “I’ll Wait” destacan por la presencia del sintetizador Oberheim, lo cual no fue inmediatamente aceptado por todos los miembros de la banda. “Si quiero tocar una tuba o un silbato bávaro de queso, lo haré”, bromeó Eddie al referirse a su libertad para experimentar en el estudio. A pesar de las dudas iniciales, estos temas se convirtieron en algunos de los mayores éxitos del disco.
Sin embargo, grabar en el estudio 5150 presentó algunos desafíos. “Solo había una habitación en 5150 al principio, así que estábamos muy limitados”, recordó Eddie. “El lugar realmente era una pista de ráquetbol, donde un tercio del espacio era la sala de control y el resto era la sala principal”. Alex Van Halen, su hermano y baterista, tuvo que acomodar su batería en una esquina del reducido espacio, mientras que Eddie colocaba su amplificador en la otra, enfrentando dificultades para lograr un sonido perfecto.
Éxito arrasador
El álbum 1984 es uno de los más exitosos de Van Halen y uno de los más importantes en la historia del rock de los años 80. Con más de 10 millones de copias vendidas solo en los Estados Unidos y una certificación de disco de diamante por la RIAA, es difícil subestimar el impacto que tuvo este disco. Además de “Jump”, el álbum incluyó otros grandes éxitos como “Panama”, que alcanzó el número 13 en las listas de Billboard, y “Hot For Teacher”, que logró posicionarse en el número 56. Todos ellos clásicos imperecederos de la carrera de Van Halen y del hard rock de los 80 a gran escala.
Sin embargo, el éxito del disco no se limitó a sus sencillos más conocidos. Temas como “Top Jimmy”, “Drop Dead Legs”, “Girl Gone Bad” y “House Of Pain” también mostraron el virtuosismo de la banda y su capacidad para seguir innovando dentro del hard rock. Aunque estos temas no alcanzaron el éxito comercial de los singles principales, fueron muy apreciados por los fans más fieles y encontraron su espacio.
El fin de una era con David Lee Roth
A pesar del éxito monumental de 1984, la creciente tensión entre Eddie Van Halen y David Lee Roth acabó por fracturar la banda. Roth, quien buscaba desarrollar una carrera como estrella de cine, decidió dejar Van Halen en 1985, marcando el final de una era. “Eddie quería seguir un camino más experimental, y yo quería que la banda mantuviera su esencia. Al final, nuestras diferencias creativas fueron irreconciliables”, admitió Roth en entrevistas posteriores.
A pesar de la ruptura, el legado de 1984 sigue siendo imborrable. El álbum es un testimonio de la evolución de una banda que no tuvo miedo de innovar y desafiar las convenciones del rock. Para muchos fans, el sonido de 1984 representa lo mejor de Van Halen, combinando la energía cruda de sus inicios con la sofisticación técnica de Eddie.
Innovaciones en el sonido
Aunque la incorporación de los sintetizadores fue el cambio más destacado en 1984, Eddie Van Halen no dejó de lado su rol de guitarrista virtuoso. En las grabaciones del álbum, utilizó varias guitarras icónicas, como la Gibson Flying V de 1958, que se puede escuchar en temas como “Hot For Teacher”, “Girl Gone Bad” y “Drop Dead Legs”. Su sonido característico también se mantuvo gracias al uso de su amplificador Marshall Super Lead 100, que había sido parte de la esencia sonora de la banda desde sus inicios.
Además, Eddie experimentó con nuevas técnicas y equipos, como el Ripley Stereo Guitar, que le permitió crear un sonido panorámico en el tema “Top Jimmy”. A pesar de sus innovaciones, la guitarra sigue siendo el alma de 1984, y los solos de Eddie, como el explosivo riff de “Panama”, son testamento de su habilidad para combinar lo clásico con lo nuevo.
El legado de "1984" en la historia del rock
El álbum 1984 no solo marcó un antes y un después en la carrera de Van Halen, sino también en el rock de los años 80. Su combinación de sintetizadores y guitarras lo convirtió en un disco pionero que inspiró a muchos otros artistas y bandas de la época. Desde los sintetizadores de “Jump” hasta el frenesí guitarrístico de “Hot For Teacher”, 1984 demostró que Van Halen no tenía miedo de evolucionar y explorar nuevos territorios musicales.
Tras la salida de David Lee Roth, la banda continuó con Sammy Hagar como nuevo vocalista, lanzando el álbum «5150″, que también fue un gran éxito. Sin embargo, para muchos fans, 1984 sigue siendo el pináculo creativo de la banda y un testimonio de su capacidad para revolucionar el rock.
Fuente: metalcircus.com
domingo, 6 de octubre de 2024
Paul McCartney hizo delirar a miles de fanáticos en Argentina
Paul McCartney tiene más años y menos voz que la última vez que lo vimos, pero es el de siempre. Un solo acorde es necesario para conectar con nuestra educación sentimental. Porque todos somos Beatles incluso desde antes de saberlo. Quien estas líneas escribe nació en los años 70 y un pantallazo a un campo colmado, colmadísimo, alcanza para registrar que esta noche de sábado, en River, hay gente de seis a ochenta y pico de años.
Con su nuevo tour, el “tío” Paul nos dice que está de vuelta, justo en una época que muchos músicos de su generación, de Elton John a Eric Clapton, recorren el mundo por última vez. Lejos de usar el remanido recurso de marketing de la gira de despedida, Paul salió eyectado luego de la pandemia para volver a vivir la experiencia que lo mantiene vivo: conectarse con su público -sus públicos-, planificar una lista de temas extensa, extensísima, con varios cambios (no, no toca “Yesterday”) con respecto a la última visita porteña, allá por 2019, en el Campo de Polo y reincidir en aquello de homenajear a John Lennon y George Harrison, los dos Beatles que se fueron antes de tiempo.
“Can’t Buy me Love” abre enérgicamente la noche, cerca de las 21.20, con Paul y su querido bajo Höfner (en las dos horas y cuarenta y cinco de show lo veremos tocar bajos, guitarras, banjo, ukelele y piano). Sabemos que tocará hasta la medianoche, sabemos que hay una docena de canciones que no faltarán y también sabemos, le conocemos, algunos gestos, ademanes, diálogos, incluso guiños. El show de Paul es disfrutable de comienzos a fin, pero muchísimo más cuando se lo vive por primera vez.
Las canciones de los “Fab Four” y las de Wings son los dos grandes pilares en los que se sostiene la lista de más de treinta canciones. Por eso, después de la apertura con ese clásico que este año cumple 60 años desde su lanzamiento original, la noche sigue con “Juniors Farm”, de los Wings, la banda que formó tras la separación de los Beatles y con la que compuso otro buen puñado de clásicos. “Hola Argentina, buenas noches Buenos Aires”, saluda Paul en castellano y más tarde, tras el tercer tema, “Letting Go”, suma: “Estoy muy feliz de volver a verlos. Esta noche voy a tratar de hablar un poco español”. Mientras tanto, desde las plateas altas, sus fans lo sorprenden sosteniendo carteles que forman las palabras “Welcome Paul”. Más tarde, le tocará al campo aportar su color.
Si en la previa se sucedían en las pantallas imágenes de toda una vida, con preponderancia de los años junto a John, George y Ringo, en el recital se acentúa aún más. Paul tiene reservados dos momentos muy emotivos, que la mayoría sabe que van a llegar pero no por eso causan menos impacto. Uno es el tributo a John con la canción que su amigo Paul le compuso (”Esta canción la escribí para mí querido hermano John”, cuenta en castellano), “Here Today”, que interpreta con guitarra acústica; y el otro es el homenaje a George que sabemos que empieza tocándolo en el ukelele, solo y que en la segunda mitad de la canción se suma la banda y él pasa a la guitarra acústica.
Hace más de veinte años que a Paul lo acompañan Rusty Anderson y Brian Ray en guitarras, Wix Wickens en teclados y el genial Abe Laboriel Jr en batería. Esta vez a ellos se suma el trío Hot City Horns, vientos que hacen un significativo aporte a lo largo de la noche. Sólidos, están en escena para hacerle todo más fácil al “jefe”. El canta, toca, tiene breves intercambios con el público y, siempre, siempre, disfruta. No hay ceños fruncidos ni gestos ampulosos, no hay nada que saque a Paul de su “mood”, de esa calma que ya es marca registrada en él.
Volvamos al comienzo. “Drive My Car” primero y “Got to Get You Into my Life” luego se encargan de seguir la senda Beatle. Paul pone a todas sus canciones en pie de igualdad y puede sorprender con un tema de los 60 seguido por otro de reciente factura, como “Come on to me”, de 2018 (de Egypt Station). “Let me Roll it” y “Getting Better”, por un momento, logran hacer difusa la línea divisoria entre el tramo final de The Beatles y los primeros años de Wings. Todo este primer tramo de este viaje en el tiempo que propone Paul llega a su fin luego de “Let em in”, cuando le dedica la balada “My Valentine” a su esposa, Nancy Shevell.
Son cuatro las canciones de ese gran disco de Wings que es Band on the Run que suenan durante esta noche de sábado y probablemente repitan este domingo. Otra de ellas es “Nineteen Hundred and Eighty-Five” (todavía faltan la que le da nombre al álbum y “Jet”), que antecede a “Maybe I’m Amazed”, uno de sus primeros clásicos pos Beatles que todos sabemos que está dedicado a Linda McCartney. Y aquí es donde el viaje en el tiempo retrocede a la primera estación. Primero hace, con acústica en mano, la Beatle “I’ve Just Seen A Face” y luego “In Spite of all The Danger” (”Esta es la primera canción que grabaron los Beatles”, introduce). Decide cerrar el pasaje con, claro está, “Love me do”, cantada por todo el estadio en modo himno, del mismo modo que luego se entonará “Get Back”, “Let it be” y “Hey Jude”.
De la génesis Beatle, Paul decide sacarnos con una balada de este milenio, “Dance Tonight”. Inmediatamente nos lleva de nuevo de las narices a los 60s, con un recurso tecnológico bien de estos tiempos (a mediados de esa década, cuando los Beatles tocaron en el Shea Stadium de Nueva York, nada de eso existía). Solo, tan solo como el hombre puede estar en el escenario y acompañado de su guitarra acústica, entona “Blackbird” y el coro espontáneo de miles de almas dispara su canto al aire. Paul, en una plataforma, se eleva a medida que la canción avanza, como simulando ganar el cielo, aunque sabemos que tiene un espacio reservado en él justo entre George y John.
Si hay una canción que muchos esperaban que tocara en esta visita, esa es “Now and Then”, la canción Beatle rescatada, completada y editada tan solo un año atrás. Le siguen “New”, otra pieza de Paul de este siglo; la sencilla pero efectiva “Lady Madonna” y “Jet”. Y así como esta noche suenan tanto los “Fab Four” más elaborados como aquellos de los comienzos, también hay un lugar reservado (o dos) para la psicodelia Beatle: “Being for the Benefit of Mr. Kite!” encuentra su lugar justo antes de “Something”.
Olvídense de las pausas tediosas entre temas, de la cháchara a la que algunos músicos suelen recurrir, incluso de pasajes instrumentales en los que el gran protagonista de la noche aprovecha para descansar. Nada de eso. Paul nunca se va del escenario. Sólo cumple con el viejo truco de saludar y amagar con retirarse luego de “Hey Jude” y antes de los bises. La energía que este hombre tiene a los 82 años la envidian muchos que apenas cumplieron la mitad.
“Obla Di Obla Da” es infaltable, mal que nos pese a algunos y por suerte también lo son “Band on the Run”, “Get Back” y ese himno universal que es “Let it be”. De allí salimos con los fuegos artificiales que acompañan desde afuera del estadio a “Live and Let Die” e, inmediatamente después, “Hey Jude”, con el campo sorprendiendo a Paul con cientos de papeles que muestran corazones pintados de celeste y blanco.
Los bises traen a " I’ve got a Feeling”, “Hi Hi Hi” y a “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” asociada con “Helter Skelter”. Por lo general, a esa altura de un show que ya pasó largamente las dos horas y media, muchos optan por salir lentamente para ganar la calle antes que el resto. Pero nada de eso pasa en una noche que será histórica ni bien termine. La tríada “Golden Slumbers”-“Carry That Weight”-“The End” se encarga de concluir una noche que quizás no trajo grandes sorpresas pero que, una vez más, estuvo signada por la emoción. Una, la colectiva, fue tan contagiosa como palpable. La otra, la personal, queda en el interior de cada uno.
Autor: Sebastián Espósito
Fuente: lanacion.com